La estancia
de Jesús «en el desierto» se prolonga cuarenta días (13) cifra frecuente
en el AT para designar un período en que persiste una situación homogénea (paz, reinado, etc) (24) y se calcula (en
años) como la duración de una generación. Sin embargo, el simbolismo principal
del número cuarenta es el de los años del éxodo de Egipto (25). En el contexto
de éxodo que crea la mención del desierto, los cuarenta días se convierten
en figura de la duración de la vida y actividad
de Jesús hasta su muerte.
Expresa
Marcos a continuación las condiciones en que va a desarrollarse esa actividad.
En primer lugar, a lo largo de toda su vida pública, Jesús va a ser tentado, es decir, va a ser incitado a
desviarse de su línea mesiánica, del compromiso expresado en su bautismo.
«Satanás»
es término hebreo que significa originalmente el adversario que acusa en un
juicio (26). De ahí pasa a significar un miembro de la corte celeste que acusa
al hombre ante Dios (27). Más tarde, separado ya de la corte celeste, se llama «Satanás»
a un espíritu enemigo del hombre, que procura su ruina y quiere destruir la
obra de Dios.
Dentro
de la sociedad judía figurada por «el desierto» «Satanás» representa un agente
que va a inducir continuamente a Jesús a traicionar su compromiso. Sin embargo,
en todo el relato evangélico la figura de Satanás no vuelve a aparecer en
contacto con Jesús. Esto indica que, como “el desierto”, «Satanás» es un
término figurado, en este caso una personificación. Marcos ha utilizado la
figura tradicional del Enemigo del hombre, dándole un nuevo contenido.
En
Marcos Satanás representa la ideología del poder, que hace de éste un valor
positivo e incita a la ambición de dominio. En la sociedad, esta ideología
podrá estar encarnada en hombres o instituciones. La tentación pretende
disuadir a Jesús de llevar a cabo el compromiso expresado en el bautismo, que
excluye el triunfo terreno y pone en peligro su vida, e inducirlo a adoptar un
mesianismo de violencia, cuyo objetivo sea la conquista del poder político (28).
Es la tentación típica del desierto, la del cabecilla que alista secuaces con
la intención de conquistar el poder, derrotando a los que lo detentan (29). De
hecho, el desierto era tradicionalmente el lugar de los agitadores. La
inactividad de Jesús en esta escena se opone precisamente a la actividad
sediciosa y guerrera asociada a los cabecillas, que se retiraban al desierto
para empezar desde allí la rebelión.
La
estabilidad de Jesús en el desierto es figura de la inalterabilidad de su
ruptura con los valores de la sociedad; su inmunidad a la tentación muestra que en su vida pública no va a secundar la
ideología nacionalista violenta ni va a hacerse líder de masas para comenzar un
alzamiento con la fuerza.
Otros
habitantes del «desierto» son las fieras. La determinación indica que no
se trata de fieras cualesquiera, sino de fieras conocidas por el lector. Se descubre una alusión a Dn 7 donde las fieras
son figura de imperios, es decir de poderes pólíticos dominadores y crueles.
Marcos, cambiando el sentido de Daniel, como lo hará en otros textos (cf. 2,10),
instala los poderes destructores dentro de la sociedad judía. «Las fieras»
representan, por tanto, la amenaza que son para Jesús ciertos círculos de poder
existentes a su alrededor. Serán ellos los que le causen la muerte.
Aparecen
así «las fieras» como un complemento de «Satanás»: éste es figura del poder
como ideología, por eso su actividad, «tentar», se dirige al interior del hombre y se ejerce en la línea
de la persuasión; estará representado por los partidarios del poder, que tratan
de atraer a Jesús a esa ideología. «Las fieras», en cambio, son figura de los
poderes opresores, religiosos y políticos; éstos actúan sobre el exterior del
hombre, ejercen la violencia física y darán muerte a Jesús (30).
Finalmente,
en «el desierto» hay también «ángeles». El término «ángel/mensajero» ha
aparecido en 1,2 como figura que se verificaba históricamente en Juan Bautista (1,4). Este dato muestra que
«ángel» no designa necesariamente en Mc seres espirituales, sino que puede
designar a hombres. Estando estos «ángeles» en la sociedad donde se encuentra
Jesús, representan un grupo humano determinado (los ángeles). Por lo
demás, igual que sucede con Satanás, nunca los ángeles aparecen en contacto con
Jesús durante su actividad.
La
función de estos individuos/ángeles es la de colaborar con Jesús (31). De hecho,
el verbo «servir/prestar servicio» admite una variada gama de matices, desde
«servir a la mesa», aquí excluido porque Jesús no ayuna ni hay alusión alguna al
alimento, hasta «colaborar/ayudar». «Los ángeles» representan, pues, a los que,
por adhesión a Jesús, le ayudan en su tarea, colaboran con su misión. Su
actividad, como la del tentador, es continua.
El
episodio del desierto propone, pues, el escenario donde Jesús va a ejercer su
actividad. Va a encontrarse en una sociedad que lo incitará incesantemente a abandonar su compromiso y a
convertirse en un líder político que se proponga conquistar el poder; la
tentación será ineficaz. Por otra parte, existe a su alrededor una actitud
peligrosamente hostil, la de los poderes, enemigos acérrimos de su programa, que
acabarán dándole muerte (“las fieras”); pero, al mismo tiempo, encontrará un
grupo de hombres que colaboren con su actividad ("los ángeles").
En
síntesis: Jesús, en ruptura inamovible con la institución y sociedad judías (desierto),
representa una alternativa a ambas. Sin embargo, va a ejercer su actividad
(1,2: «recorrer su camino») dentro de esa sociedad, con el objetivo de crear la sociedad justa que Dios quiere para el
hombre (cuarenta días, éxodo). Estará sometido incesantemente a la
tentación de abandonar su misión y adoptar un programa de dominio y gloria (tentado)
por parte de los adictos a la ideología del judaísmo y a otras ideologías
de poder (Satanás); éstos lo invitarán sin éxito a integrarse en la sociedad, aceptando
sus valores. En esta sociedad, los enemigos de su obra están al acecho y amenazarán
con destruir su persona (las fieras). Otros, en cambio, colaborarán con
él (los ángeles).
El
cristiano no sigue los pasos de Juan Bautista, separándose de la sociedad. El
impulso del Espíritu lo lleva, como Jesús, a estar presente en ella, porque es dentro de ella donde ha de crearse
la alternativa. También él se verá tentado por el poder, presentado como medio
para ayudar a los hombres, y tendrá fuerzas hostiles a su alrededor; no estará
solo, sin embargo: encontrará quienes colaboren en su misma tarea liberadora.
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25 Nm 14,33.34; 33,38; Dt 1,3; 2,7; 29,5;Jos 14,17; Sal 95,10;
Am 2,10; 5,25.
26 Sal
108,6 LXX; 1 Mac 1,36.
27 Job 1,6-12; 2,1-7.
28 Cf. 8,33, donde Jesús identifica a Pedro con
Satanás, precisamente por oponerse
a su muerte.
29 El contenido
de la tentación se especifica en el evangelio en 1,24.37; 3,11s; 8,11; 10,3; 15,29-32.
30 Cf. 3,6.19.22;
8,31; 9,31; 10,34; 11,18; 12,12; 14,ls.1Os.43.53.64;15,11. En 8,31-33 se mencionan
sucesivamente las autoridades que rechazarán y darán muerte a Jesús (“las fieras”,
8,31), y a Pedro, que lo tienta (“Satanás”, 8,32s).
31 La actividad
atribuida aquí a «los ángeles» respecto a Jesús será atribuida en 15,41 a ciertas
mujeres, en los mismos términos.